Qué bello es traducir

No soy bilingüe, aún me queda. Pero mi experiencia en editoriales me enseñó lo siguiente: más importante que conocer la lengua fuente es dominar la lengua meta. Empecé corrigiendo textos que estaban traducidos, pero no escritos en un castellano fluido, natural. Hasta que decidieron darme la oportunidad de traducir desde el original. En nuestro tiempo, el problema no es ignorar un 3 % de las palabras, porque el significado se acaba por encontrar. La cuestión es que suene bien y que se respete el sentido. En esas andamos.

Suelo decir que traducir es la parte más agradecida de la escritura. Nos olvidamos del –en muchas ocasiones– sufrido proceso creativo y nos centramos en la pura forma. Adiós miedo al papel en blanco, adiós a ese sentir que lo que dices carece de relevancia. Hola sonoridad, hola sentido, hola ritmo.

Me encanta traducir.


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