III Feria del Libro de Alcobendas

Temperatura más fría, más calor humano

El reencuentro con los lectores y los curiosos del norte de Madrid alegró la tarde a muchos. Por ejemplo, a mí, que pasé casi cuatro horas charlando y firmando libros sin darme apenas cuenta. Una temperatura sosegada permitió que –al contrario que los dos años anteriores– el público se pasase desde primera hora de la tarde: este año no hacía falta ser un valiente, cuando no un loco, para acercarse por el parque de Cataluña de Alcobendas.

Acudía con los cuatro libros que he publicado en estos últimos doce meses, a saber:

Charo y César, los dueños de la librería El Soto, tuvieron el detalle de invitarme, por tercer año, a su caseta coqueta. Huele bien ahí dentro, a libros, a respeto y a ilusión, y se ve aún mejor con tanto color. Por allí pasaron muchos lectores, algunos conocidos y bastantes (para mí, y ya no) desconocidos, y entre todos se llevaron una buena colección de ejemplares. Siempre te hace un poquito más feliz, claro; pero, aunque fueran menos, es imposible salir de esta Feria sin una sonrisa en la boca.

El murmullo de los visitantes se fue apagando a la par que apareció de fondo la voz armónica de Victoria Siedlecki contando sus cuentos. No olvidemos que la literatura nació, primero, como relato oral. Lo de ponerlo por escrito vino luego y esto de los blogs es, en comparación, un bebé recién nacido que no pretende siquiera hacerse mayor.

Yo me conformo, como esos cuentos eternos, con volver.

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